Lo más importante de ir al gimnasio es entrenar con continuidad. A medida que entrenas, tu cuerpo se acostumbra y es más sencillo, pero, sin faltar. Sin parones. No importa si algunos días sueltos fallas, en su justa medida. Y eso, es lo realmente difícil, perdurar.
Al perdurar es cuando se consiguen resultados reales. Y no solo físicos. ¿Qué quiero decir con “resultados reales”? ¿Acaso si en dos semanas de dieta y entreno, he conseguido perder un kilo, no es real? Sí, por supuesto que lo es. La pena es que los resultados rápidos, del mismo modo que aparecen con velocidad, suelen desvanecerse con velocidad.
Lo que sucede con los resultados rápidos, es que habitualmente son temporales por lo siguiente. Se ha realizado un cambio de rutina bastante exigente para un objetivo. Entonces, llega ese objetivo y se comienza a abandonar los cambios de la rutina, para volver a la vida cotidiana anterior. Por lo tanto, si vuelves a las costumbres anteriores, volverá el resultado anterior. Es como volver a leer un mismo libro esperando otro final.
De esta manera, se recae en la desesperación de querer, intentarlo, quizá conseguirlo, perderlo, frustrarse y, vuelta a empezar. Al empezar, todavía más exigencia. Una exigencia insostenible en el futuro, por tanto, vuelves a recaer.
Entonces bien, ¿ qué es lo fundamental? Es comprender que cuanto más cuesta conseguir algo, más valioso es. Si el objetivo es ponerse en forma y está claro que eso requiere, entrenamiento y dieta saludable continuado en el tiempo, ¿ cuál es el secreto? Tener disciplina en ello. Tener tantas ganas de conseguirlo que nada pese más. Priorizarlo, entender que es mucho más rentable ir a entrenar que saltarse el entrenamiento, igual con la dieta. Esto cuesta en el periodo de adaptación a esos cambios de hábitos.
¿Cómo adaptarse? Lo primero y primordial será marcar el objetivo realista y sin prisas. Una vez esté bien marcado, cómo será el camino. Teniendo en cuenta que la trayectoria puede fallar, tener imprevistos, etc. Determinar una especie de protocolo para supuestos imprevistos.
Existen diferentes estrategias para crear un plan semanal, por ejemplo. Podrías establecer un itinerario en el que marques en las horas del día lo que debes hacer. O no ser tan específico/a, y establecer tareas que debas cumplir en una lista diaria o semanal y vas tachándolas a medida que las vas completando. Tratar para entrenar de acostumbrarte a hacerlo justamente después de hacer algo a lo que ya tienes por costumbre. Crear un horario que no sea muy monótono. Si te aburres de un horario repetitivo, será más complicado, podrías hacer un horario amplio en el tiempo, o que cada mes varíe, etc. Cualquier manera que se te ocurra que te ayude a cumplir lo que quieres hacer, será efectivo ya sea en mayor o menor medida.
En el periodo de adaptación, claro está, darse cuenta de que el descanso físico y mental es esencial. La autoexigencia y las autocríticas pueden ser muy dañinas, estas deberán estar limitadas. Para que todo esto funcione, tendrás que sentirte lo más a gusto y cómodo/a posible con tus nuevos hábitos. Si no te gusta entrenar en el gimnasio, no lo hagas. Si lo haces, te estarás castigando tan repetidas veces que empezarás a quitarle importancia al objetivo sin darte cuenta. Existen numerosas maneras de entrenar el cuerpo. Si no te gusta la ensalada, no pongas en tu plan alimenticio comer ensalada muchas veces a la semana. Puedes comer verduras de otras miles de formas.
En la rutina que te pongas para llegar al objetivo, tendrás que esforzarte para ser constante, pero esta, también debe adaptarse a ti y a tus necesidades. Al empezar y llevar un tiempo, te darás cuenta de que el objetivo final ya no es el más importante. Lo más importante será qué tal te lleves contigo mismo/a, tu yo interior. Lo que vas a ganar quizá de músculo, también lo ganarás de conciencia de lo importante que es la salud y lo positivo que es sentirse realizado/a. El objetivo se transformará por el camino.

TÚ PUEDES.